lunes, 2 de marzo de 2009

EL PUNTO DE PARTIDA

En este texto se transpira la idea de que la ciencia, el estudio de la realidad, en este caso concreto el estudio del funcionamiento de la empresa, es indisoluble de las emociones y afecciones humanas. Los intelectuales han tendido a establecer categorías frías, vacías e inocuas capaces de permitirles generalizar, jerarquizar y agrupar todo tipo de formas sociales hasta el extremo de la deshumanización de los procesos y estructuras de una sociedad y de sus componentes, las personas.

Este artículo pone de relieve un hecho vital que olvidamos tanto en nuestras acciones cotidianas como en nuestra forma de afrontar nuestros objetos de estudio y no es más que la idea de que estas organizaciones están formadas por seres humanos, por personas con limitaciones, sentimientos y emociones que influyen constantemente en su manera de trabajar, de relacionarse con sus compañeros y con su entorno, de ver la empresa y tratar con sus clientes. El primer paso para evitar las crisis en una organización sería la toma de conciencia por parte de sus integrantes (de todos, también de sus directivos) de sus propias limitaciones en todas y cada una de las fases de cada acción emprendida: en el momento de recavar información, en su análisis, en su sistematización, en el planteamiento de la acción y de su ejecución (el problema de la asignación de responsables y no tratarlos como futuros culpables) y por último, en el control de sus resultados y aprendizajes.

Por ello, se propone crear un ambiente de amor como el mejor posible para la productividad del trabajo personal y la toma de conciencia de que el cliente es siempre, en última instancia, el que hace posible que determinada organización funcione y se mantenga en el tiempo. Y a pesar de que este término puede estar muy alejado del vocabulario empresarial toda organización debería empezar a contemplarse a sí misma desde esta perspectiva si realmente está pensando en el progreso. La valoración positiva que la organización pueda hacer del trabajo de una persona y de sus capacidades personales sería una de las inversiones más rentables a ejecutar.
Desde mi punto de vista esta aportación es muy sustancial, pero lo sería más si la reflexión acabara de llevar estos beneficios a las repercusiones sociales de este modo de ver las relaciones personales empresariales. No sólo hablaríamos ya de un incremento de la rentabilidad económica para esta empresa determinada, sino que este ambiente de bienestar y seguridad revertiría también en la sociedad, que estaría compuesta por individuos más felices y comprometidos con su entorno y con valores muy deseables para el desarrollo de la misma, como pueden ser la solidaridad, el compromiso, la empatía y la confianza en el cambio hacia la igualdad y la justicia. Ya que reconocer las limitaciones personales y saber llevarlas al trabajo en equipo es un mecanismo que una vez interiorizado puede ser repetido y asimilado en otros ámbitos de nuestra vida y no sólo en el laboral, de la misma manera que en la actualidad, las condiciones negativas de trabajo también influyen en nuestra manera de contemplarnos a nosotros mismos y en nuestras relaciones personales, incluso en nuestra salud.